Cine de autora

Retrospectiva 20 Años, por Alicia Ginebra Brox Sáenz de la Calzada

La Muestra Internacional de cine realizado por Mujeres comienza a gestarse en 1997 en el seno del Seminario Interdisciplinar de Estudios de la Mujer de la Universidad de Zaragoza como un proyecto colectivo cuya principal intención consiste en divulgar material cinematográfico realizado por mujeres. En 1998, la idea cobra por fin forma a través de Odeonia, asociación cultural desde la que se organiza la primera edición, para la que se seleccionarían cinco obras de otras tantas nacionalidades con la intención de “construir espacios, dar voz a las mujeres, hacerlas visibles, rescatarlas de olvido oficial…”, apunta el Catálogo de 2007, recordando sus orígenes. De ahí el lema bajo el que aparecía la Muestra, “Nosotras, que también miramos”, que ha perdurado en las siguientes ediciones. La finalidad última de todo ello era política, en el mejor sentido del término, y cultural: “Desde el principio asumimos la relación entre cine y feminismo… como una herramienta de conocimiento y transformación social, porque lo que queríamos entonces y ahora es reivindicar otra mirada, exhibir lo lejano y lo cercano, lo diferente y plural, lo real y lo imaginado…”, señalaba el equipo de organizadoras en ocasión de la decimoquinta edición *1.

Entre 1999 y 2003, varios cambios estructurales marcaron los primeros años de vida del proyecto: el número de obras proyectadas aumentó considerablemente y a las secciones ya existentes (“Largometrajes”, “Cortometrajes”, “Cortometrajes de Animación” y “Documentales”) se añadieron otras dos: “Realizadoras aragonesas”, en 2000, y “Cortos en femenino”, en 2002. A partir de 2012, la Muestra se abrió también a un público más joven a través de la sección “Nuevos públicos”, y un año después involucró a la escuela aragonesa de cine “Un perro andaluz” y al Consejo de la Juventud de Zaragoza.

Los primeros homenajes a cineastas se organizan desde muy pronto. En 1999, se rinde homenaje a Mercedes Gaspar; en 2001, a Agnès Varda; en 2002, a diversas realizadoras alemanas, entre las que se encuentran Margarethe Von Trotta y Doris Dörrie; en 2003, a varias pioneras del cine (Alice Guy, Lois Weber, Elvira Notari y Germaine Dulac, entre otras).

Por lo que respecta al carácter reivindicativo feminista de la muestra, el paso de los años la ha teñido de diversos modos. La primera edición parecía más pensada para mostrar de forma genérica cine realizado por mujeres. Desde entonces, sin embargo, se ha ocupado también de cineastas con una marcada perspectiva de género, como es el caso de Barbara Hammer o de Virginie Despentes, a las que se dedicaron sendos ciclos en 2009 y en 2013, respectivamente. Por otro lado, se ha incluido una programación dedicada a autoras feministas de otros ámbitos creativos o intelectuales, a Audre Lorde, en 2005, o a Simone de Beauvoir, en 2008. Igualmente, en 2007, se preparó un taller llamado “Trans-identidades”, en 2008, un programa dedicado al intercambio cultural y cinematográfico hispano-árabe, en el que se proyectaron varios documentales acerca de la lucha feminista por la conquista de los derechos civiles y políticos en el norte de África, y finalmente, en 2009, un ciclo titulado “Haciendo la revolución”.

Desde el nacimiento de la Asociación Cultural Odeonia hasta ahora, la Muestra ha sufrido cambios tecnológicos, temáticos y estructurales, perfilando líneas reivindicativas a través del trabajo de preselección de las obras. Superados los recortes financieros impuestos por la reciente crisis económica, se ha convertido, en definitiva, en un proyecto de largo aliento, reflejo de las variaciones y vaivenes de sus veinte años de vida, enriquecido con las corrientes y matices presentes en la cinematografía en general, por un lado, y en las corrientes feministas, por otro, hasta completar las aproximadamente 700 obras cinematográficas proyectadas.

Como proyecto en constante evolución, la vigésima edición de la Muestra no existiría sin el juego de sinergias pasadas y presentes, fruto de una profunda motivación y perseverancia por parte de su equipo organizador y del centenar largo de socias y entidades colaboradoras. No puedo citarlas a todas. Pero cumplir veinte años ofrece una gran ocasión para felicitarnos por haber trazado un fecundo recorrido colectivo, colaborativo, feminista y plural.

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El cine es, entre todas las bellas artes, la que probablemente se caracteriza más intensamente por ser fruto de un trabajo colectivo, lejos de la soledad creativa de la escritura, la pintura, la música o la escultura. Muy a menudo, la intención primera de quien dirige una película se diluye, condicionada, entre otros factores, por las exigencias de la producción y la búsqueda del éxito de público. M. Scorsese en A Personal Journey with Martin Scorsese Trough American Movies (USA, 1995, 224 min.), llama smugglers, contrabandistas, a una serie de grandes directores (Ophuls, Preminger, Wilder, Sirk, Siodmak, Hichcock, Ulmer, de Toth, y, sobre todo, J. Tourneur) que, huyendo buena parte de ellos del fascismo en Europa se introdujeron en los estudios americanos y consiguieron desarrollar su brillante carrera, en buena medida refugiándose, voluntaria o involuntariamente, en la serie B. Menos dinero, más libertad, podría ser su divisa, en palabras del director de Uno de los nuestros, pues en las películas de menor presupuesto las imposiciones de la industria eran menores. A todos ellos los caracterizaba la capacidad de transformar la temática rutinaria de las grandes producciones de los estudios en algo mucho más personal a través de toques inusuales, voluntad de estilo, presencia de motivos inesperados, puntos de vista marginales, crítica del sistema. Bajo la placidez de la vida cotidiana, la normalidad de la rutina familiar o laboral, descubrieron la existencia de la violencia, el delito, la explotación. El caso de Ida Lupino es, en ese sentido, significativo. Desde que en 1949 se convirtió en directora de cine, escogió temas como la bigamia, el maltrato familiar, los embarazos no deseados o, en Ultraje (Outrage, 1950), un caso de violación ambientado en el contexto de una plácida ciudad de provincias americana. Lejos del melodrama, la película nos hace sentir la angustia de la protagonista. Algunas de las grandes cineastas posteriores coinciden de alguna manera con los rasgos del perfil de aquellos directores. Lina Wertmüller, Liliana Cavani o Margarethe Von Trotta componen una lista parcial de directoras a las que también la gran industria del cine se ha resistido a menudo a abrirles sus puertas, pero que ha sabido labrar su camino en los pliegues del sistema, sin abandonar sus puntos de vista, sin perder su acento, aportando en este caso la visión característica “de unos seres marcados por su sexo y oprimidos por su género (como diría De Lauretis)”*2.

Ese cine ocupa uno de los ejes del campo de lo que ha sido llamado ginocine por Bárbara Zecchi, en términos genéricos cine hecho por mujeres. Otro eje lo ocupa el cine de militancia más explícitamente feminista, cine plenamente de autora, a menudo documental, fruto de enormes esfuerzos.

Ambas corrientes se ajustan a uno de los grandes objetivos que la Muestra se impuso desde sus orígenes, “mostrar discursos situados en los márgenes del cine hegemónico, teniendo en cuenta, así, a todas aquellas personas que están en la frontera del discurso dominante”*3, y ambas corrientes trazan el mapa de cómo las mujeres se ven a sí mismas, en conflicto, a través de una identidad que ha ido subjetivizando su valía sin perder la flexibilidad.

Seguramente nosotras, por la carga reivindicativa que necesariamente conlleva la situación de desigualdad en la que nos encontramos, somos uno de los colectivos llamados a ejercer a través del arte una crítica más fundada de la realidad, orientando el presente hacia un mañana por el que vale la pena luchar.

Alicia Ginebra Brox Sáenz de la Calzada


 1* XV Muestra internacional de cine realizado por mujeres, Catálogo de 2012.
 2* http://www.umass.edu/gynocine/node/120
 3* http://www.muestracinemujereszgz.org/la-muestra.html

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